Page 101 - 2010_CEOCB_monografia Celaya
P. 101
Las Raíces del Viento, Monografía de Celaya
Ojeda; por la Paz llegaba hasta Coahuila, por Altamirano hasta Riva Palacio y por la Alameda
Norte el agua cubría todo el territorio hasta la avenida Irrigación. Ese día, a las 2.00 a m, la Secre-
taría de Recursos Hidráulicos, con maquinaria pesada, rompió la carretera Panamericana a la
altura de las vías, para dar salida al agua que inundaba las colonias Las Insurgentes y Jardines de
Celaya y evitar, de paso, que las aguas arrasaran con el Centro Histórico, sin imaginar el daño que
se causaría a las colonias del Poniente y el Sur de la ciudad, pues al desviar los desatados cauces
hacia los llanos de las hoy colonias Ejidal y Monte Blanco, estos recularon hacia Allende, barrio de
San Juan, colonia Residencial, Arboledas y parte del barrio de San Miguel. Debido a esto, el amane-
cer del sábado 18 fue el día más triste y desastroso para muchos ciudadanos de estos rumbos. Toda
la mañana y la tarde fue un ir y venir en lanchas y tractores arrastrando familias enteras hacia los
lugares más seguros. Las pérdidas fueron vastas, las lágrimas incontables, el asombro mayúsculo.
Vuelvo a ver a algunos ciudadanos, allí en Allende esquina con José Rosas Moreno, intentando
detener, con lo que pudiese, las furias del torrente. Allí está el entonces estudiante Eugenio Mance-
ra Rodríguez, hoy maestro y doctor en letras, poeta, ensayista, narrador y ejemplar catedrático de
la Universidad de Guanajuato. Desde entonces ya éramos amigos y solíamos pasar las tardes
leyéndonos poemas en una casa que yo rentaba entre los lodazales de la calle 10 de Mayo del
Barrio de San Miguel.
Un mes después, cuando las aguas descendieron, las personas encontraron en sus
patios y aun en las recámaras y cuartos de servicio, toda clase de víboras, arañas y alacranes de los
cerros. Pérdidas incalculables: camas, colchones, muebles, animales y recuerdos.
Soneto
Del mar, del viejo mar, del hondo instante
se vino en un diluvio de pisadas
la lluvia con las alas desatadas
al llano de tu historia palpitante.
Y se llenó tu voz de ese diamante
que es el agua en su forma de miradas,
y se abrazó a las casas anegadas
como al vasto horizonte el navegante.
Agosto caminó por las baldosas
de tus patios antiguos, muy mojado,
a saber cómo estaban las esposas
y darte bajo el cielo encapotado
un beso en la familia y en las cosas,
siempre de tu leyenda enamorado.
100