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Siglo xx... Luis del Castillo Negrete
para morir ya casi nadie queda,
y, confiado en el triunfo, desbordaste
tu oprobiosa invasión sobre mi tierra.
Tu planta ha mancillado nuevamente
este suelo en que duermen nuestros padres.
Todo lo que hay de augusto profanaste,
todo lo maculó tu mano aleve.
Realizado tu crimen, no te asuste
ver que para vengar tamaña ofensa
hasta los muertos del sepulcro rugen
arrojándote al rostro su anatema.
No vayas, como siempre, envilecida
a huir ante el coraje justiciero.
Provocaste una cólera bendita,
ahora espera el despertar de un pueblo,
asquerosa nación, traidora amiga,
planta tu pabellón de presidiario
sobre el escudo del Autlán, soberbia,
y verás cómo el pueblo mexicano
en santa, noble y sin igual pelea,
la repugnante enseña hace pedazos
al pueblo más cobarde de la tierra.
Existe un viejo corrido en el cual un autor anónimo da razón de los valores cívicos y
humanos de aquel celayense que se hizo célebre por no aceptar la amistad del jefe militar que
Álvaro Obregón había impuesto en esta plaza. Don Luis mantenía sus ideales villistas en la ciudad
y en la hacienda donde cultivaba el campo mientras su mujer Enriqueta Molina, maestra normalis-
ta, daba clases a los niños y a las mujeres. Hasta allá subieron a matarlo. Y desde allá lo bajaron,
desnudo y destazado sobre el lomo de una burra, para exhibirlo en la placita de la Bola del Agua,
frente al cuartel militar del desalmado Azcárate, quien ya tenía prisionero allí al poeta José Nieto
y Aguilar, compadre de Luis, como para demostrar con esto su odio al renombrado e inteligente
guerrero del general Francisco Villa.
LUIS DEL CASTILLO NEGRETE
Mataron al buen amigo
que fue poeta y soldado.
Es muy cierto lo que digo,
por eso voy a nombrarlo.
Fue don Luis un buen poeta
con ideas de liberal
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