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Las Raíces del Viento, Monografía de Celaya




                    de los actuales estados de México, Michoacán, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Puebla, Veracruz,
                    San Luis Potosí y Tlaxcala. Antes de la llegada de los españoles, los primeros cuatro grupos eran
                    agricultores sedentarios con una alta productividad en maíz, frijol, huautli y chía, además de apor-
                    tar como tributo a la Triple Alianza una gran cantidad de textiles de algodón o de ixtle. Durante la
                    época prehispánica cazaban, sembraban, se movían de un lugar a otro y aprovechaban  el maguey
                    tanto para beber como para hacer vestidos. Seguramente las tribus errantes en las llanuras donde
                    hoy es Celaya, entremezclaban los dulces arpegios del titibirrí y el gorrión con su propia manera
                    de expresarse, por algo se autonombraban o así eran conocidos los miembros del pueblo hñahñu,
                    como los que cantan la lengua: nian-nyu, la cual tiene variantes dialectales asociadas con los distin-
                    tos lugares geográficos donde ellos moraban y aún moran. Es fácil verlos, desde la imaginación,
                    resguardándose de las recias avenidas de los ríos, igual en lucha contra los aguerridos chichimecas
                    del Norte, quienes solían atacarlos en sus familias y en sus siembras, que cantándole, rezándole,
                    hablándole a sus señores dioses. Primero a Yocipa, su verdadero padre dios; después a Quetzal-
                    cóatl, la Serpiente Emplumada, pero sin olvidar jamás a  Maka Xumpo Dehe, la hermosa señora
                    vestida de agua, acerca de sus proyectos para alcanzar las metas. Por ahí se deslizan en pos del
                    viento, contándole a Maka Me sobre sus penas y alegrías, pidiéndole hijos y elotes, aguaceros y
                    buena caza. A todas partes los acompaña Maka Hai, el dios diosa de la tierra, saben cuánto le gusta
                    a él-ella escucharlos hablar y decir elogios para las flores y los ríos. Pero Ramui Ra Ximbat, el Cora-
                    zón del Mundo, les presta su tambor para que caminen siempre en pos del viento y la victoria.

                    EL CUARTO VIRREY, UN TIGRE HUMANO


                              Se desconocen sus orígenes, aunque se especula que sus raíces son sefarditas (judío-
                    españoles). Don Martín Enríquez de Almanza fue el cuarto virrey de la Nueva España, puesto que
                    ejerció entre el 5 de noviembre de 1568 y el 3 de octubre de 1580. Al llegar a Veracruz, tuvo como
                    primer encargo combatir y desalojar un puerto que piratas ingleses habían establecido en la isla
                    de Sacrificios. No le fue difícil derrotarlos. Enseguida, ya en la capital de los vastos mundos de la
                    Nueva España, actuó como mediador para dar solución al conflicto entre el Clero Secular, repre-
                    sentado por los obispos, y el Clero Regular, por las órdenes religiosas, acerca de a quién correspon-
                    día la administración de las parroquias, lo cual casi provocó la salida de los franciscanos que goza-
                    ban del apoyo de los indígenas, lo que se evitó mediante el otorgamiento de varias concesiones a
                    los seguidores del estigmatizado Varón de Umbría, para evitar su partida y evitar el alzamiento de
                    casi todos los naturales de la Nueva España, quienes al verlos marchar hacia Veracruz, sonaban sus
                    tambores de guerra contra las autoridades virreinales. Para esas alturas, las incursiones chichime-
                    cas de los huachichiles habían llegado hasta Querétaro, amenazando, aparte de las múltiples enco-
                    miendas,  estancias  y  fincas  de  españoles  vascongados,  los  centros  mineros  de  Zacatecas  y
                    Guanajuato, por lo que en 1570 personalmente dirigió la campaña para alejarlos y fundó los presi-
                    dios de Ojuelos (hoy estado de Jalisco) y Portezuelos en el camino a Zacatecas, además del de San
                    Felipe, en Guanajuato, que después fue villa. Se cuenta que este virrey peleó en algunas de las
                    batallas libradas contra aquellos batallones en rebeldía. Y que aún estuvo presente, investido de
                    cota y morrión, en la región donde andando el tiempo se asentaría la Ciudad de Celaya, antigua
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